Artículos 2020

 

González Peña y el proceso contra el POUM
Julio de 2020, Ernesto Burgos, LA NUEVA ESPAÑA

Hay protagonistas de nuestro pasado que crecen en importancia a medida que los investigadores profundizan en sus biografías. El socialista Ramón González Peña es uno de ellos. Lo conocemos bien como sindicalista, alcalde de Mieres o dirigente de la revolución de Asturias, pero sabemos muy poco de su papel como ministro de Justicia en el segundo gobierno de Juan Negrín entre el 5 de abril de 1938 y el 5 de marzo de 1939.
Hoy vamos a acercarnos a este periodo de su vida recordando su posición en el proceso que se vivió en Barcelona contra el POUM, un partido comunista, próximo al trotskismo, que fue calumniado y perseguido por el PCE siguiendo las órdenes enviadas por Stalin. Pero antes de entrar en materia, vayan un par de datos que pueden ayudar a la comprensión de esta historia.
El Partido Obrero de Unificación Marxista se fundó en 1935 por la fusión de dos pequeñas organizaciones -la Izquierda Comunista, de Andreu Nin y el Bloque Obrero y Campesino, de Joaquín Maurín-, implantados principalmente en Cataluña, pero que también contaron con pequeñas estructuras en Asturias donde tuvieron militantes destacados, sobre todo en las Cuencas Mineras, como Benjamín Escobar, los hermanos Manolé y Luis Grossi Mier, Crisanto Romero, Marcelino Magdalena, Ignacio Iglesias, José Loredo Aparicio o Aquilino Moral.
La mayoría pudieron vivir junto a González Peña los hechos de octubre de 1934 y por ello existía entre ellos una estima mutua, como lo demuestra el hecho de que Manolé Grossi eligiera a Ramón para prologar “La insurrección de Asturias”, cuando ambos cumplían condena por aquellos hechos en cárceles distintas.
El “Generalísimo de la Revolución” también apreciaba a Maurín, quien le había votado para presidente de la República, en lugar de Manuel Azaña, como los restantes diputados del Frente Popular; pero sobre todo valoraba especialmente a Andreu Nin, conocido por los socialistas asturianos desde que se había entrevistado en el Centro Obrero de Oviedo con Teodomiro Menéndez, Manuel Llaneza e Isidoro Acebedo cuando se estaba gestando la huelga de 1917.
Después, su mayor fuente de información sobre Nin estuvo en Jesús Ibáñez, otro mierense de su mayor confianza, al que eligió como ayudante durante la guerra civil y que lo sustituyó como Comisario Inspector del Ejército del Norte cuando el 12 de julio de 1937 tuvo que trasladarse a Valencia donde se había instalado el Gobierno republicano.
Andreu Nin había estado en Rusia desde 1921 hasta 1930 trabajando para la Internacional Sindical Roja, de la que llegó a ser secretario, y allí se posicionó con la Oposición Comunista de Izquierda orientada principalmente por Trotsky, por lo que en 1927 fue expulsado del Partido Bolchevique. Ibáñez lo había acompañado en su primer viaje a Moscú y después pasó allí varios años a su lado. Una vez en España también se había encargado de buscar apoyos para gestionar el regreso de Nin y su familia que dificultaban las autoridades estalinistas, así que pocas personas lo habían tratado tanto como él.
En plena guerra civil, entre el 3 y el 8 de mayo de 1937se registraron en diversas ciudades de Cataluña y especialmente en Barcelona violentos enfrentamientos entre las tropas de la Generalitat, el PCE y su partido hermano el PSUC, por un lado, y los anarquistas de la CNT-FAI, apoyados por el POUM, por el otro. Hubo cerca de 1000 muertos y 1500 heridos y políticamente los militantes del POUM fueron los peor parados, porque el PCE, que ya había lanzado una campaña contra ellos acusándolos de traidores y colaboradores con el fascismo, encontró el argumento para pedir definitivamente su disolución.
Poco después,  el 16 de junio de 1937 se inició la persecución de los miembros del Comité Ejecutivo del POUM y de cientos de sus militantes. Andreu Nin, arrestado por agentes soviéticos, fue trasladado primero a un calabozo de Madrid, luego a un hotel habilitado como centro de detención en Alcalá de Henares y finalmente a un chalet  donde fue torturado para que confesase que era un espía de Franco, pero murió desollado antes de dar la razón a sus verdugos.
Entonces, a falta de su declaración, sus asesinos quisieron manchar su memoria propagando el rumor de que había logado escapar y se encontraba en Salamanca con las tropas de Franco o en Berlín junto a los nazis.
Aún hoy no está claro si los dirigentes comunistas españoles estuvieron informados de este asunto, porque aunque participaron activamente en la campaña contra el POUM difundiendo constantemente informaciones en su contra, no puede demostrarse que supiesen lo que realmente estaba ocurriendo con Nin.
En este sentido el historiador Pepe Gutiérrez recoge en su libro “Un ramo de rosas rojas y una foto” un párrafo de las memorias de Irene Falcón, la mano derecha de Pasionaria: “El caso Nin fue diabólico y contra lo que se pueda creer, además del propio Nin y sus correligionarios, las principales víctimas de este funesto episodio fuimos los comunistas españoles que para nada intervenimos en él (…) En aquel momento, a mi como a tantos otros, no me podía entrar en la cabeza que, quizá a escasos metros de donde yo había estado, se estaba tomando la decisión de aniquilar por medios criminales la disidencia poumista”.
Tampoco pensó en esta implicación González Peña, puesto que en el mismo verano de 1937 estuvo en el sector del PSOE que se acercó al PCE para publicar un programa conjunto. Por los socialistas lo firmaron Juan Vidarte, Ramón Lamoneda, Manuel Cordero y él mismo. Por los comunistas lo hicieron José Díaz, Dolores Ibarruri, Pedro Checa y Luis Cabo Giorla.
Sin embargo, cuando fue designado Ministro de Justicia en abril de 1938 los rumores sobre lo ocurrido ya eran un clamor, sobre todo entre la izquierda de otros países donde se quería saber qué había ocurrido con Andreu Nin y lo que sucedía con los detenidos del POUM. En el mes de agosto, muy próximo ya a iniciarse el juicio contra ellos, Ramón González Peña viajó hasta América por cuestiones sindicales y  ante la insistencia de los periodistas que en todas partes le preguntaban por qué seguían presos los militantes del partido de Nin dio una respuesta que dejaba pocas dudas: estaban encarcelados para protegerlos, porque de ponerlos en libertad también podrían ser asesinados por los servicios secretos soviéticos.
El italiano Palmiro Togliatti, encargado por Stalin de controlar la línea ideológica del Partido Comunista Español lo acusó entonces de haber caído bajo la influencia del trotskismo durante su paso por  México
Por fin, el juicio oral contra los dirigentes del POUM se fechó en Barcelona para el 11 de octubre de 1938, pero antes González Peña hizo participar en el proceso a otro magistrado de Mieres, Juan Pablo García Álvarez, compañero en la revolución de Asturias y hombre de su confianza, y ordenó la destitución de José Taroncher Moya, un antiguo monárquico y conservador que intentaba lavar su pasado poniéndose al servicio de los comunistas. Taroncher redactó el acta de inculpación que acusaba a los detenidos de trabajar para Franco y la Gestapo, y la transmitió al fiscal, José Gomís, también muy próximo a Moscú.
El día 29 de octubre de 1938 el Tribunal compuesto por cinco jueces (tres civiles y dos militares) dictó la sentencia condenando a cuatro acusados a quince años de cárcel por su participación en los hechos de mayo y disolvió el POUM y las Juventudes Comunistas Ibéricas por el mismo motivo, pero a la vez dejó claro que se trataba de una organización que había luchado desde los primeros instantes de la sublevación contra los franquistas y que no existían pruebas de traición ni de colaboración con grupos u organizaciones fascistas españolas o de otros países.
Desde aquel momento, según contó Wilebaldo Solano, quien fue uno de aquellos condenados, Ramón González Peña hizo todo lo necesario para que los presos tuviesen un régimen carcelario de “personalidades políticas” y viendo que en la cárcel seguían corriendo peligro, en la noche del 24 de enero de 1939 dio orden de que un camión trasladase a los dirigentes más conocidos del POUM hasta Cadaqués. Allí ellos solicitaron inútilmente una entrevista con Negrín, que se encontraba en el Castillo de Figueres, para exigir su liberación, y al no conseguirlo decidieron cruzar por su cuenta la frontera francesa.
La campaña contra el POUM fue tan intensa que el Partido Comunista de España tardó décadas en retractarse de sus acusaciones. Por su parte, Ramón González Peña, Jesús Ibáñez y Juan Pablo García fueron expulsados del PSOE en 1946 junto a otros 34 socialistas por su alineamiento con Juan Negrín. En 2008 su partido también rectificó y los reincorporó a título póstumo.


INICIO