Ignacio Iglesias, escritor y antiguo dirigente del POUM

 

Wilebaldo Solano

 

El periodista y escritor Ignacio Iglesias murió el 15 de octubre en París, justo el día en que se celebraba el 70° aniversario de la Fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Él hubiera querido estar presente en el acto porque participó en dicho acontecimiento con Joaquín Maurin y Andreu Nin en representación de sus camaradas de Asturias. Su enfermedad no le permitió intervenir en el reportaje que preparaba la televisión catalana.

Ignacio Iglesias nació en Mieres en 1912. Cursaba estudios de ingeniería cuando se produjo la insurrección de Asturias en octubre de 1934, en la que participó con gran entusiasmo. Y se marchó a Barcelona cuando fracasó el movimiento, donde tenía muchos camaradas y, sobre todo, Andreu Nin, secretario de la Izquierda Comunista y escritor revolucionario bien conocido. Su colaboración con Nin fue un momento estelar en su vida. Iglesias regresó a Asturias después de la victoria electoral de las izquierdas.

Pero el partido le llamó en julio de 1936 para formar parte del equipo del diario La Batalla, órgano central del POUM, en el que se reveló como periodista político. Cuando fue detenido Andreu Nin y se inició la represión contra el POUM, Iglesias colaboró con Jordi Arquer, con Gironella y conmigo en las tareas de defensa de nuestro movimiento y de publicación de una prensa clandestina eficaz (La Batalla y Juventud Obrera) hasta que se incorporó a una división militar en la que luchaban militantes socialistas asturianos. En el exilio francés, Iglesias colaboró con la dirección del POUM y en 1941, en uno de los momentos más graves del exilio, fue detenido por la policía de Vichy con dirigentes del POUM como Andrade, Rodes, Solano, y procesado y condenado por un tribunal militar al servicio de la Gestapo.

El escándalo fue enorme y George Orwell inició una campaña internacional bajo el signo de "la defensa del POUM perseguido por todas las policías de Europa". Iglesias y otros militantes del POUM fueron encarcelados en el presidio de Eysses, donde pasaron más de dos años, y después, deportados al campo de concentración de Dachau.

A su regreso de Alemania, Iglesias se incorporó al Comité Ejecutivo del POUM y a la redacción de La Batalla, para la que trabajó con mucho interés. Y cuando se creó la Fundación Andreu Nin volvió a trabajar para el POUM con artículos políticos valiosos. Y, por suerte, la Fundación Andreu Nin pudo editar la obra más importante de Iglesias: « El proceso contra el POUM ».  Este libro fue escrito, publicado y difundido en 1937, en la época de la represión estalinista contra nuestro partido y, muchos años más tarde, por la editorial Ruedo Ibérico.

No olvidaremos a Ignacio Iglesias. Y me parece que el mejor homenaje que podemos rendirle será la publicación de sus mejores artículos, dispersos en todas nuestras numerosas publicaciones.

In memoriam: Ignacio Iglesias, el último rebelde

 

Ernesto Burgos

Publicado el 28 de octubre en el diario asturiano La Nueva España (Sección Cuencas)

El pasado 15 de octubre fallecía en París Ignacio Iglesias, justo cuando iba a cumplir el 70º aniversario de la fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), como señalaba en la necrológica publicada por el diario “El País” su veterano dirigente Wilevaldo Solano.

Ignacio Iglesias, nacido en 1912 “en el corazón de la cuenca minera asturiana”, según expresa en una pequeña autobiografía, era el último superviviente de los fundadores del POUM, un personaje histórico prácticamente desconocido en su tierra, debido a un olvido intencionado por lo incomodo de sus posiciones políticas para la izquierda parlamentaria.

Desde 1930, cuando fue expulsado bajo la acusación de troskismo de las Juventudes Comunistas de Langreo que él mismo había fundado unas semanas antes,  dedicó su vida a la utopía sin ceder nunca a la tentación del beneficio político. Y no renunció a sus posiciones ni siquiera en 1952 tras apartarse discretamente de su organización al darse cuenta de que la URSS estaba traicionando sus ideales; pero incluso tras tomar esa dura decisión mantuvo la amistad con sus compañeros, convencido de que al final ellos también iban a darse cuenta de la evidencia, como así fue.

En los años previos al Octubre de 1934 desarrolló su militancia en la oposición a las posturas oficialistas del PC dentro del pequeño grupo de Izquierda Comunista y cuando se impulsó la Revolución fue el más joven de los firmantes de la Alianza Obrera representando a su partido junto a Emiliano García.

En los convulsos años treinta un pequeño grupo de jóvenes de las Cuencas organizados en la CNT, el Bloque Obrero y Campesino (BOC) y la Izquierda Comunista (IC), sin más formación que la autodidacta, mantuvieron vivos los ideales primigenios de la emancipación obrera logrando sobrevivir a la doble persecución del fascismo y del Partido Comunista –los comunistas oficiales- que los calificaron de renegados por su carácter libertario y llegaron a escribir de ellos que eran “los enemigos más grandes de la revolución proletaria”.

A pesar de la diferencia de siglas, todos coincidían en lo fundamental e incluso celebraban reuniones conjuntas en domicilios particulares, la carpintería que tenía abierta en el barrio de Oñón Jesús Ibáñez, el mayor de todos, o la tertulia mantenida por Manuel Grossi en el Café Carolina de Mieres, donde también se juntaban en otras mesas socialistas y republicanos.

De manera sorprendente, casi todos llegaron a convertirse en periodistas, escritores y teóricos políticos (algunos de reconocida calidad) y tuvieron un destino parecido. Ninguno vivió nunca de la política; tras la Guerra Civil unos, como Jesús Ibáñez o Manuel Grossi, rehicieron su vida en el exilio.

El primero murió durante la posguerra en el México después  de haber vendido miles de ejemplares de sus novelas traducidas al ruso que hoy curiosamente resulta imposible encontrar en España. El segundo, “Manolé”, tuvo su domicilio en Brignoles (Francia) y nunca perdió el contacto con su tierra; falleció en 1984 cuando preparaba un viaje a Asturias para participar en los actos conmemorativos del cincuentenario de la Revolución.

Los que se quedaron aquí afrontando las penalidades del franquismo, se convirtieron en referentes de la honradez y ejemplos para sus vecinos. Es el caso del felguerino Aquilino Moral, que mantuvo su militancia en el POUM y la CNT, atendiendo siempre a los compañeros más jóvenes y a los historiadores que requerían su memoria hasta su final en 1979. O de Marcelino Magdalena, cuyo entierro civil en 1964 fue prohibido por la policía debido a la multitud que se concentró ante su domicilio y que de todas formas decidió acompañar al cadáver hasta el cementerio de Mieres con una gran caravana de coches.

Ignacio Iglesias fue, como Jesús Ibáñez, amigo y colaborador de Andreu Nin;  luchador en la Revolución, la Guerra Civil y la Guerra Mundial, logró sobrevivir a las cárceles españolas y francesas e incluso al campo nazi de Allach, dependiente del de  Dachau.

Colaborador habitual de“La Batalla”, donde también escribían todos sus compañeros, dejó también su visión de los acontecimientos de la historia del siglo XX español en “La Revista de Occidente”, “Cambio 16”e “Historia y Vida” y fue autor de un libro fundamental para entender la represión que ejercieron los estalinistas contra el troskismo durante la contienda de 1936: “El proceso contra el POUM”.

 Un hombre íntegro; que la tierra le sea leve.

 


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